Auspiciado por la Sección de Cultura de la Sociedad Económica Amigos del País, la Casa de la Poesía y la Oficina del Historiador, se realizó en la librería Fayad Jamís la actividad «El elogio oportuno», que dirige el periodista Fernando Rodríguez Sosa.
Esta vez se homenajearon los 80 años del poeta Waldo Leyva (Remates de Ariosa, Remedios, 1943), quien se considera «alguien que sigue escribiendo a pesar de todo», y además, reconoció estar muy a gusto con la entrevista que le hiciera su interlocutor, que reafirmaba lo dicho por nuestro Apóstol: «El elogio oportuno» fomenta el mérito, y la falta del elogio oportuno lo desanima», aparecidas en las páginas del periódico Patria en 1892.
Waldo Leyva, que es hijo también de los talleres literarios, afirmó que no tenía nada en contra de ellos, que te ayudan y te «ponen en la vía», aunque no hacen al verdadero escritor, ni siquiera lo hace la universidad; el escritor nace con ese don y se forma escribiendo y viviendo —nos dijo.
Aunque es un poeta que prefiere la décima ha navegado por todas las formas líricas, desde la estancia hasta tercetos escalonados, pues para él la poesía no es ni el verso ni la rima, de los que se vale el poeta para expresarse; ella te enriquece el ser.
Aunque algunos dicen que en sus versos enfrenta al hombre y su mundo, su propósito principal es hacer simplemente poesía, encontrarla y llevarla al papel, según las circunstancias y las alternativas de la gente según su época; sin dejar de ser algo muy personal se vincula con el mundo y la memoria.
De sus tiempos de periodista recuerda su primera incursión en el periódico Mambí de la Universidad de Oriente, hasta la desaparecida revista, de la cual fue pionero, Letras cubanas. Su libro El otro lado del catalejo trae reunida diferentes entrevistas no convencionales. Exactamente como le gustan a él, sin clasicismo, como una larga conversación en la cual se llegue al fondo del tema que se aborda. En él están, por ejemplo, Sergio Corrieri, las narradoras cubano-americanas Cristina García y Achy Obejas, Luis Ortega, el cubano-americano Carlos M. Luis, Jesús Orta Ruiz, El indio Naborí, Álvaro Salvador, el colombiano Juan Manuel, el intelectual mexicano Mario Bojórquez y concluye con Luis García Montero. Este libro fue la oferta que el espacio tuvo para el público.
Le es indiferente leer o no en digital, no es dogmático ni fanático. Para él, el tránsito del papel al escribir, para hacerlo en máquina o la computadora no es un problema.
En sus 80 años cumplidos, Waldo ha escrito sus memorias a través de diferentes libros, muchos aún en proyecto. Entre ellos están Sin perder un minuto (70 páginas que dan testimonio sobre la Guerra de Angola, de la universidad y los movimientos culturales de 1965-1966), además, un poema largo de 50 páginas, que saldrá en México titulado Conversación con Dylan Thomas. «Pues en un país que tiene la desgracia de no tener memoria, pasa lo mismo con la historia como con la gente, es importante archivar lo más trascendental» —apuntó.
La charla finalizó con Ernesto Quintana, miembro de la Orquesta Juvenil de Guitarras —quién comenzara también la actividad, interpretando dos piezas—: la primera «Preludio BWV 998», de J. S. Bach, y la segunda «Nocturne reverie», de Giulio Regondi.
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