William Blake (Londres, 28 de noviembre de 1757- 12 de agosto de 1827) fue un poeta, pintor y grabador inglés. Aunque permaneció en gran parte desconocido durante el transcurso de su vida, actualmente el trabajo de Blake cuenta con una alta consideración. Por la relación que en su obra tienen la poesía y sus grabados respectivos suele ponerse a Blake como ejemplo del «artista total». Según el periódico The Guardian, «William Blake es con gran margen el mayor artista que Gran Bretaña ha producido».
El cordero
Corderillo, ¿quién te hizo?
¿Sabes acaso quién fue?
¿Quién te dio alimento y vida
Junto al arroyo y el prado,
Te dio un manto delicioso,
De suavísimo vellón,
Y te dio una voz tan tierna
Que a los valles regocija?
Corderillo, ¿quién te hizo?
¿Acaso sabes quién fue?
Corderillo, te diré,
Corderillo, te diré:
A él lo llaman por tu nombre,
Pues se nombra a sí Cordero.
Él es manso y es humilde;
Encarnó en niño menudo.
Yo un infante y tú un cordero,
Por su nombre nos llamamos.
Corderillo, ¡Dios te salve!
Corderillo, ¡Dios te salve!
El deshollinador
Cuando era muy niño mi madre murió,
Me vendió mi padre cuando aún mi lengua
Apenas podía gemir: «¡limpia, limpia!»
Hoy vuestro hogar limpio, y en el hollín duermo.
He al chico Tom Dacre, lloró por sus rizos
De oveja al raparlo, y entonces le dije:
«Shh, Tom, ya no importa, pues así afeitado
Verás que el hollín no daña tu pelo».
Por fin se aquietó y esa misma noche,
Mientras Tom dormía, rara visión tuvo
En que mil fumistas, Dick, Joe, Ned y Jack,
Estaban metidos en negros sarcófagos.
Y descendió un Ángel con fulgente llave,
Y abrió los cajones y los liberó.
Por un prado corren, saltando, riendo,
Lávanse en un río, y brillan al sol.
Desnudos y blancos, dejaron los bultos,
Y en nubes trepados, al viento retozan.
Y a Tom dijo el Ángel que si era buen chico
Tendría a Dios por padre y dicha por siempre.
Y Tom despertó, y alzados a oscuras
Con sacos y escobas fuimos al trabajo.
Pese al alba fría, Tom era feliz:
Si el deber se cumple nada hay que temer.
Jueves santo
Era un Jueves Santo; iban, con su rostro limpio y puro,
Los niños de dos en dos, de rojo, verde y azul,
Delante, canos bedeles, con varas blancas cual nieve,
Hasta que al domo de Pablo como el Támesis fluyeron.
¡Qué multitud parecían aquellas flores de Londres!
Sentados juntos estaban, con su propio resplandor.
Qué rumor de multitud, mas multitud de corderos,
Cientos de niños y niñas alzando sus castas manos.
Como fuerte viento elevan la voz de su canto al cielo,
O cual truenos armoniosos entre los tronos celestes.
Debajo están los ancianos, sabios guardianes del pobre;
Apreciad, pues, la piedad, no huya un ángel de tu puerta.
(De Cantos de inocencia)
El terrón y el guijarro
«El amor no persigue complacerse
Ni a sí mismo prodiga algún cuidado,
Sino que al otro ofrece su bonanza
Y hace un Cielo en las penas del Infierno»,
Cantaba un pequeño terrón de arcilla
Hollado por las patas del ganado;
Entonces un guijarro del arroyo
Así gorjeó estas rimas oportunas:
«El amor sólo busca complacerse,
Encadenar al otro a su delicia,
Se alegra si otro pierde la quietud,
Y hace un Infierno a despecho del Cielo».
Jueves santo
¿Es algo santo de ver,
En tierra fértil y rica,
A niños en la miseria
Nutridos por mano avara?
¿Es un canto el lloro trémulo?
¿Puede ser un canto alegre?
¿Y con tantos niños pobres?
Esta es tierra de pobreza.
Y su sol no resplandece,
Y están desiertos los campos,
Y en las sendas hay espinas;
Es aquí un invierno eterno.
Pues doquiera que el sol brille,
Y donde caiga la lluvia,
No tendrán hambre los niños,
Ni ha de poder la miseria el espíritu espantar.
El deshollinador
¡Un negro bultico entre la nevada
Gime «limpia, limpia», en notas de pena!
«¿Dónde está tu padre, y tu madre, dime?»
Los dos se marcharon a rezar al templo.
Porque era feliz sobre los brezales,
Y yo sonreía entre invernal nieve,
Con ropas de muerte ellos me vistieron,
Me hicieron cantar con notas de pena.
Porque soy feliz, y canto, y bailo,
Creen que no me han hecho jamás daño alguno,
Y a Dios van y loan, y al Rey y al Obispo,
Que cielos levantan de nuestra miseria”.
La mosca
Pequeña mosquita,
Tu juego estival
Mi mano indolente
Lo ha destruido.
¿Acaso no soy
Como tú una mosca?
¿O acaso no eres
Igual que yo un hombre?
Pues yo bailo, y bebo,
Y canto, hasta que
Una mano ciega
Destruya mis alas.
Si el pensar es vida,
Y fuerza, y aliento,
Y toda carencia
De pensar es muerte;
Entonces yo soy
Una feliz mosca,
Lo mismo si vivo,
Lo mismo si muero.
El tigre
¡Tigre!, ¡Tigre!, brillo ardiente
En los bosques de la noche,
¿Qué inmortal mano, qué ojo
Forjó tu atroz simetría?
¿En qué abismos, en qué cielos
Ardió el fuego de tus ojos?
¿En qué alas osó alzarse?
¿Qué mano osó el fuego asir?
¿Y qué hombro, y qué arte,
Torció fibras de tu pecho?
Y al latir tu corazón,
¿Qué atroz mano, qué atroz pie?
¿Qué martillo, qué cadena?
¿Qué horno forjó tu seso?
¿En qué yunque?, ¿qué atroz puño
Su terror mortal ciñó?
Cuando los astros lanzaron a la tierra sus saetas
Anegando el cielo en lágrimas,
¿Él sonrió al ver su obra?
¿Aquel que hizo al Cordero, a ti te hizo también?
¡Tigre!, ¡Tigre!, brillo ardiente
En los bosques de la noche,
¿Qué inmortal mano, qué ojo
Fraguó tu atroz simetría?
Londres
Por todas las calles del Reino he vagado,
Cercanas a donde el Támesis fluye,
Y observado en cada rostro que me encuentro
Huellas de cansancio, huellas de dolor.
En todos los gritos de todos los hombres,
En cada gemido de miedo infantil,
En todas las voces y todas las vedas,
Los grillos forjados por la mente escucho:
Cómo el grito del Deshollinador
Todas las oscuras Iglesias espanta;
Y rueda el suspiro del pobre Soldado,
Tinto en sangre por muros palaciegos.
Y oigo sobre todo, en la medianoche,
Cómo el anatema de la joven Puta
Marchita las lágrimas del recién nacido,
Y arruina con plagas el Nupcial entierro.
(De Cantos de experiencia)
Traducción: Susana Haug y Jesús David Curbelo
Visitas: 91
Deja un comentario