
Consejos para no acatar, del doctor Miguel Barnet Lanza, presidente de honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Fundación «Don Fernando Ortiz», es el título del poemario, publicado por la holguinera Ediciones La Luz, y merecedor del Premio del Lector en la XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana.
Ese texto lírico no es consecuencia de la senectud o de la tercera edad, como podría pensarse al ser concebido con base en las más de ocho décadas vividas por el autor. Ni mucho menos un volumen que vuelve sobre temas anteriormente incluidos en la obra poética del también Premio Nacional de Literatura 1994, aunque en ese poemario están presentes varias de las búsquedas del creador de La piedrafina y el pavo real (1963).
Es una obra que se lee como un gran divertimento, ya que en ella el lector percibe una reposada, y al mismo tiempo, genuina sabiduría de la existencia terrenal, que se detiene en la contemplación de las pequeñas cosas, en el ambiente doméstico, donde surge la poesía, al igual que el agua cristalina corre por los ríos subterráneos del alma humana.
Para escribir esos poemas, pletóricos de vivencias y experiencias personales, hay, en primer lugar, que haber vivido intensa y plenamente, ya que —como es obvio— quien brinda consejos, sin solicitarlos, es porque ha experimentado alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, días claros y turbios, dichas y conjogas, ya que los consejos suelen ser, precisamente, advertencias dichas a tiempo o luces en el camino para no perder la orientación.
Así las cosas, el vate se mira en su espejo, y con una sonrisa de sutil ironía, nos advierte de esa inutilidad, porque «solo quien olvida queda libre de toda compasión», y luego escribe: «poco a poco se van agotando mis recuerdos / casi estoy en la misma tesitura / de la página en blanco […]».
Consejos para no acatar es digno de atención e interés por parte del lector por muchas razones: la primera es su tono sentencioso, sin dejar de ser elegante, como es usual en el estilo poético-literario de Miguel Barnet, lo que no implica, necesariamente, ser enfático o proverbial.
La segunda es cierto desplazamiento al entorno doméstico como epicentro y escenario poético. Sus temas fundamentales giran en torno a lo doméstico, lo hogareño, los espacios cerrados, y al mismo tiempo, abiertos: la casa y sus habitaciones, los objetos de la cotidianidad, la puerta (¡y también las ventanas!) como el umbral que separa un mundo seguro de otro mundo citadino (¿e inseguro?)
El también escritor y etnólogo se maravilla —como Emily Dickinson (1830-1886)— con las pequeñas y sencillas cosas del hogar. En ellas encuentra los sedimentos para dar cuerpo y estructura a su producción intelectual y espiritual.
Del principal artífice de Biografía de un cimarrón y Canción de Rachel brota una mirada erótica, pero libre de lujuria, y capaz de trasmitir «un sabor de pastosa sensualidad», que prefiere la admiración, el rozamiento y el eros frugal más que la posesión salvaje o primitiva, que nace y crece en el componente instintivo del inconsciente freudiano, ya que «la excelsa voluptuosidad cegó mi vida».
Recomiendo la lectura de Consejos para no acatar a los amantes del universo lírico que abarca la obra poética del doctor Miguel Barnet Lanza.
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