
Laura Ruiz Montes
De una poesía donde el acontecimiento desnudo dice poco, y es el recuerdo el que le confiere interés poético, donde el poema nace del contraste entre la experiencia vivida y el conocimiento del presente, recordando la atinada idea de Heaney, habré de hablar, de una lírica donde habita «una voz serena […] que el dolor ha pulido sin ahogar». Laura Ruiz Montes cultiva una poesía coloquial sutilmente emotiva, bien recibida por la crítica y el lector, una poética conformada a partir de lo cotidiano con el afán inmenso de testimoniar. Encontramos un tono llano, seguro, en el que asoma, de vez en vez, un clamor ético donde es el amor el que reclama, el que pone las cosas en su lugar, donde apreciamos el precio de vivir con seres que fueron segregados del amor. Se nos habla acerca de la alienación del hombre en el mundo, de la estandarización de las acciones y los nombres, de la pérdida invisible del humanismo donde el hombre es el único enemigo del hombre. Así Laura, en sus libros canta a las pequeñas cosas cotidianas, en su más íntimo deseo, a las curiosas e intrascendentes, pues es ese tipo de poeta a la que la memoria siempre viene a asombrarla. En su lírica hay «una insistencia en una nueva manera de lo conversacional, apuntando hacia una interpretación de la circunstancia vital, de la realidad que le es coetánea» , caracteriza a su lírica la leve teatralidad de los finales y a veces también los finales prosaicos o que hilvanan frases hechas, como salvavida que arrebata el que está próximo a ahogarse, algunos poemas con visos alegóricos y otras maneras de la identidad con su acopio de dolor, al demostrar que este país está también en los que se fueron, en el oscuro encaje que conforman las relaciones de los que siguen aquí y los que se han ido. En la poesía de Laura asistimos al canto de la cotidianidad que vive en el recuerdo, al canto del recuerdo que pervive en la cotidianidad –o que literariamente no ha retado al corazón– a lo que somos, con nuestras miserias y glorias de ayer y de hoy, cuerpo que se condensa y se eleva en algo a lo que llaman identidad.

Datos Biográficos
Laura Ruiz Montes (Matanzas, Cuba, 3 de diciembre de 1966). Poeta, editora, ensayista y traductora. Ha publicado libros de poesía en Cuba y el extranjero, de ellos Los frutos ácidos y Otro retorno al país natal, obtuvieron el Premio Nacional de la Crítica Literaria. También ha publicado volúmenes de ensayos, teatro y literatura para niños y jóvenes. Su traducción del francés de L’exil selon Julia (El exilio según Julia), de Gisèle Pineau, obtuvo en 2018 el Premio de Traducción Literaria. Ha obtenido los Premios UNEAC de Poesía y de Teatro. Sus libros más recientes publicados son Diapositivas (2017/poesía) y Grifas. Afrocaribeñas al habla (2020/ testimonio. Premio Nacional de la Crítica Literaria, 2022) donde reúne entrevistas a treinta creadoras del Caribe anglófono, francófono e hispanohablantes. Es la editora principal de Ediciones Vigía y la directora de La Revista del Vigía de dicha casa editorial.
Selección de poemas
A partes iguales
En días de aquello de nombre tan hermoso:
Período Especial,
Maribel, Maritza, Orestes y yo almorzábamos juntos.
Aunque tocara a menos,
dividíamos a partes iguales
el poco de arroz y los escasos chícharos.
El día de lujo
juntábamos Noche Buena, Navidad
y todos los festivos del mundo.
Hervíamos un huevo
y lo cortábamos
a partes iguales.
Una vieja botella de vino
―de etiqueta desgarrada―
con agua y flores silvestres
acompañaba nuestros mediodías.
Hoy Maribel vive en Segovia,
en un pueblo de nombre tan hermoso:
Cerezo de arriba.
Maritza está en Toronto
Orestes es pastor de una iglesia bautista
y yo aún almuerzo en el mismo lugar.
Aunque a simple vista no lo parezca
seguimos dividiendo la patria
en cuatro porciones iguales.
Dadme un número
Mi número, el número que yo pudiera ser
en la chapilla de plata
que cuelga de la cadena
que cuelga del cuello
que cuelga de la cabeza.
Dadme mi número.
El número que me corresponde en la espera de los hospitales,
en la fila de los autobuses,
en el pasaporte
y en todos los registros de firmas.
Dadme mi número,
el número que seré en el panteón de la familia.
Quiero saber cuántos muertos descansan debajo de mí.
Dadme mi número,
el número despedazado que podría ser
si me lanzo al mar en pos de…
Dadme mi número,
mi verdadero número de identidad,
el número del teléfono que suena después de medianoche
para que el número de la cuenta a pagar sea menor.
Dadme mi número.
O al menos que alguien me diga la cantidad de cifras que soy,
los ceros que tendré cuando llegue el momento
en que los nombres no signifiquen ya ninguna cosa.
Hipótesis
Antes que esa mujer empezara a maltratarnos en la ventanilla del banco antes que un hombre empujara a otro –ferozmente– para cruzar la calle o subir al autobús antes que el dependiente, con disimulo, alterara la balanza y la camarera decidiera, ella sola cuánto quería de propina y simplemente no trajera la devolución de la gran cuenta que fue que es que consumió todo mi salario antes de todo eso estoy segura –no tengo otra opción que estarlo– una voz, en su oído, o alguien distante al otro lado del mar –estoy segura, repito– debió decirle que le amaba pero pasó un carro ruidoso, la llamada telefónica se entrecortó el email quedó en el éter cuando falló la electricidad simplemente fue el trueno ensordecedor pero hubo algo que impidió que la frase fuera escuchada. Algo de eso pasó, estoy segura…
***
Preparados para la defensa Como ya estaban las armas preparadas
y en verdad no llegaba la guerra
como nadie bombardeaba
y el ejercicio había sido apr(h)endido de memoria
algunos acabaron disparando al amigo en otra provincia
al amante en otro país
a la madre
a los hijos
dentro de la propia casa.
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