
Quizá el primer lenguaje humano fue la pantomima imitativa y mágica.
(Octavio Paz, El arco y la lira)
—Usted apenas viaja…
—No viajo porque no me lo piden. ¡Dígame a dónde debo ir y enseguida hago mis maletas!
De esta manera, muy en broma, surgía la idea de darle la vuelta al mundo en pleno 1936. El proyecto tendría por nombre «Sur les traces de Pilleas Fogg» («Siguiendo la ruta de Pilleas Fogg»). Un homenaje, muy «a lo Cocteau», para conmemorar el centenario de la muerte de Julio Verne.
Financiado por el periódico Paris Soir (su director fue quien hizo la oportuna observación que encabeza estas notas, durante un almuerzo), Cocteau comienza su viaje convencido de que le será posible terminarlo a tiempo. Para ser más fiel a la ficción y a la propia memoria de Verne, decide prescindir de los aviones. Muchas serían las sorpresas durante el viaje.
Un barco. En los mares de China. Cocteau descansa en su camarote. En las tardes, después de la cena, el aburrimiento es mortal. Tocan a la puerta. Cocteau abre. Recibe en su habitación nada más y nada menos que a Charles Chaplin. Cocteau había leído su nombre en la lista de los tripulantes, pero creyó que se trataba de una broma. Igual Chaplin: ¿Cocteau? No, no es posible.
En un camarote de un barco por los mares de China, uno ocupado en darle la vuelta al mundo y el otro en un viaje de seguro entre filme y filme, son reunidos por el azar (par la force des choses) Cocteau y Chaplin. El poeta francés dice haber buscado al hombrecito paliducho de cabello negro bajo las facciones del hombre rojizo y de bucles blancos.
Y ahora, ¿qué harán? Cocteau no habla inglés. Chaplin no habla francés. Claro que ellos, tan amantes del espectáculo, no se conformarán con mirarse en silencio.
«Pero cuando uno está ante Chaplin, no hay nada más fácil que inventar una lengua de gestos», decía Cocteau en entrevista para France Culture.
Palabras en el aire:
Me atrevería a decir que el primer gesto es de Chaplin. Se lleva la mano hasta la oreja. La deja caer lentamente. Dibuja un arco. Cocteau coge al vuelo. Abre los brazos. Cierra los puños. Aletea. Da unos pasos por la habitación. En círculo. Vuelve al mismo sitio. Chaplin sonríe. O Charlotte sonríe. Y ensaya una cuclilla. Y otra. Cocteau termina la frase con una palmada. Quizás traducirlo aquí con palabras no dé una idea muy clara, pero se hablaron como viejos amigos.
Algunos amigos de Cocteau en Hollywood le contaron que aquel encuentro fue convertido por Chaplin en un número especial. Cocteau, por su parte, resumiría la tarde del camarote de los gestos con una frase muy elogiosa: «Para el mundo, Chaplin inventó la risa-esperanto».
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