
El conocimiento de los avatares nacionales e internacionales de la expedición de Cayo Confites en su propósito de derrocar a la dictadura dominicana de Rafael L. Trujillo resulta necesario para entender mejor el decurso histórico del Caribe en la antesala del triunfo de la Revolución cubana en 1959.
Entre sus alistados se encontraban dos líderes connotados de los cambios sociales en América Latina: el cubano Fidel Castro y el dominicano Juan Bosch. El gobierno de Ramón Grau San Martín, líder del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), apoyó la causa que impulsaban los exiliados dominicanos y a poco de llegar al poder en 1944 autorizó la celebración en La Habana del Congreso del Frente Unido de la Liberación Dominicana. Los posteriores planes de complots, atentados y golpes de Estado del régimen trujillista contra Cuba hicieron que en 1947 Grau se determinara a apoyar una expedición de revolucionarios cubanos, dominicanos y de otros países contra la dictadura de Quisqueya.
En ese contexto histórico tuvo lugar la participación de Fidel Castro Ruz en la expedición de Cayo Confites. Desde sus días de estudiante universitario Fidel, quien también era Vicepresidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) por la Facultad de Derecho, se afilió al Comité Pro-Democracia dominicana que radicó en la Universidad de La Habana. Anteriormente había integrado el Comité Pro-Independencia de Puerto Rico, es decir, que la causa por el progreso latinoamericano ya era parte de sus inquietudes revolucionarias. Estuvo Fidel entre los estudiantes universitarios que audazmente se enrolaron para combatir la dictadura trujillista, a pesar de las diferencias que sostenía con seguidores connotados del gobierno de Grau que integraron aquella expedición y que habían sido sus encarnados enemigos políticos dada su postura radical ante la actitud demagógica del Presidente.
En el reclutamiento de los expedicionarios no se adoptaron todas las medidas necesarias para evitar que fueran revelados detalles que debieron ser secretos dentro de los preparativos. De acuerdo con el testimonio del dominicano Virgilio Mainardi, el joven universitario Fidel Castro le había manifestado su preocupación porque «se estaba produciendo demasiada publicidad».
Con posterioridad, el contingente de expedicionarios fue trasladado hasta Holguín para completar su preparación combativa. Fue en aquellos momentos que el gobierno de Grau comenzó a recibir amenazas diplomáticas de parte de los Estados Unidos para que disolviera la tropa revolucionaria. En el contexto internacional de la Guerra Fría, Washington no podía admitir conflictos regionales en el hemisferio occidental. Las dictaduras continentales estaban a buen resguardo.
Acerca de su ejecutoria en esta conspiración revolucionaria Fidel Castro testimonió:
«Yo era teniente y segundo jefe de la Compañía de vanguardia de un batallón que viajaba en la proa del barco, con un fusil ametralladora como antiaérea [1]».
Perteneció al batallón Máximo Gómez y estuvo entre los expedicionarios que asaltaron la goleta del régimen trujillista Angelita, que eventualmente transitó cerca de las costas de Cayo Confites. Al salir para República Dominicana abordó el buque Aurora [2]. En un relato posterior de estos hechos el líder cubano especificó que había pertenecido al tercer Batallón comandado por Feliciano Maderne y admitió que «al final me hicieron capitán y jefe de una compañía porque el anterior desertó» [3].
Grau, que aún no había encontrado todo el armamento necesario para los expedicionarios, decidió posponer la orden de dejar zarpar la expedición y trasladó a sus efectivos hacia Cayo Confites a la espera de mejores condiciones. Ante la demora, en el Cayo se mantuvo el entrenamiento militar, pero las condiciones de vida eran deficientes, escaseaban el agua y los alimentos. Al propio tiempo, para guarecerse muchos tuvieron que improvisar una chabola, un hueco en la tierra, donde escasamente eludían el frío de la madrugada con ramas y troncos, a ello se añade que la higiene era deplorable y todo ello repercutía en la salud y la moral de los movilizados. El 13 de agosto Fidel Castro cumpliría en Cayo Confites sus 21 años. Alrededor del mes de septiembre visitó el cayo Manolo Castro, uno de los jefes de la expedición por la parte cubana, quien saludó a los expedicionarios; en aquella oportunidad Fidel le estrechó la mano. Tiempo después se divisó en el horizonte la goleta dominicana Angelita, que transitaba cerca de las costas de Cayo Confites con destino a los Estados Unidos. En el cayo se declaró la alarma combativa y rápidamente se conformó un destacamento de voluntarios que debía darle alcance. Fidel estuvo entre los elegidos, sobre su participación en esa acción reseñó:
«Fui el primero que llegué, penetré en la cabina e hice prisioneros a los tripulantes. Nuestra proeza se redujo a capturar la goleta con unos infelices».
Enrique Rodríguez Loeches, en su diario de expedicionario, confirma que Fidel Castro participó en esa operación y agrega que este pernoctaba junto a un grupo de estudiantes universitarios. De aquella acción Fidel trajo consigo una magnífica lona que sirvió de techo al refugio donde se guarecían. Era teniente y segundo jefe de la Compañía de vanguardia del tercer batallón Máximo Gómez comandado por Feliciano Maderne. Al final fue ascendido a capitán y jefe de una compañía. Por esos días se le vio confraternizar con sus compañeros, con quienes dialogaba sobre política y otros asuntos. En particular tuvo una conversación con el nicaragüense Abelardo Cuadra, uno de los jefes de la expedición, a quien le dirigió «una serie de preguntas sobre Sandino». [4]
En la primera quincena de septiembre tuvieron lugar en La Habana los sucesos de Orfila que marcaron el principio del fin de la expedición de Cayo Confites. A partir de ese momento el general Genovevo Pérez Dámera asumió plenos poderes, por encima de los del presidente Grau quien declaró encontrarse enfermo. Genovevo, al servicio de los Estados Unidos y de Trujillo, desató un operativo militar que comenzó con la detención de los asesinos de Emilio Tro y concluyó con la captura de los expedicionarios, dos hechos que la prensa pretendió presentar por separado, aun cuando no ocurrieron así. Fidel Castro, en un relato de aquellos hechos, expresó: «Llevábamos allí meses cuando los sucesos de Orfila estremecieron la expedición».
Rodríguez Loeches escribió en su diario que ese día lo vio triste y que no quiso comer. En Cayo Confites Rolando Masferrer, quien dirigía el batallón Sandino, asumió funciones que no le correspondían. Fidel al comentar su actuación dijo: «Era muy despótico (…) casi quería imponer su jefatura y la disciplina a base del terror». Poco a poco Masferrer se apoderó del mando efectivo de la tropa y aprovechó una salida temporal hacia La Habana del dominicano Juan Rodríguez, jefe de la expedición, para ordenarle a los expedicionarios hacerse a la mar en sus embarcaciones con presunto destino a Santo Domingo. No obstante, Rolando Masferrer condujo a la legión en rumbo contrario al que había proclamado. Luego cuando algunos expedicionarios le pidieron cuenta de esa decisión alegó que tomó rumbo Oeste porque era necesario contactar con las fragatas del ejército cubano para abastecerse de petróleo, alimentos y agua. Ciertamente, Masferrer actuaba así para facilitar la captura de los expedicionarios. En Cayo Guincho, posesión británica, alentó a un grupo de alistados a desertar, pero el mando conjunto de la expedición se percató que allí los buques de la marina pretendían tenderle una celada, con lo cual ordenaron a los expedicionarios que huyeran en sus buques mediante una maniobra naval que resultó muy efectiva y les permitió retomar el rumbo Este hacia Santo Domingo.
Masferrer, con la llegada de los jefes dominicanos, retomó el mando directo del buque Máximo Gómez (Fantasma), donde se encontraban los expedicionarios de su Batallón Sandino, con lo cual Fidel se dio cuenta de que Rolando había traicionado, tan pronto se supo que los barcos de los combatientes fueron perseguidos por las fragatas del ejército cubano:
Masferrer seguía en el barco más rápido haciendo de las suyas (…). Él calculó que el riesgo era muy grande y las posibilidades pocas; entonces se le ocurrió una forma de desertar de la expedición. Siguió en su barco rápido-evidentemente, por todas las noticias,había una crisis nacional y el Ejército estaba dispuesto a impedir la expedición- ,avanzó, se adelantó y entró en la bahía de Nipe(…). La decisión de Masferrer (…) fue entrar en la bahía de Nipe para que lo arrestaran; no quería seguir y con algún pretexto entró en la bahía [5].
En ese sentido Masferrer, al advertir que los revolucionarios estaban resueltos a combatir a Trujillo, decidió acercar su buque a la costa de la bahía de Nipe y a esos efectos pretextó que era necesario adquirir agua y cigarrillos. Fue así que alejó su navío, el Máximo Gómez (Fantasma), del Aurora que dirigía Juan Rodríguez y así las cosas.
Cuando el Fantasma intentó salir de la bahía se vio rodeado de las fragatas del ejército, que lo apresaron. Al verse cercado, Masferrer se comunicó con Juan Rodríguez y, en lugar de indicarle que siguiera hacia Santo Domingo, le pidió que acudiera en su ayuda. En la práctica estaba facilitando la captura de los dos buques de la expedición. Al respecto Fidel, que se encontraba en el Aurora, opinó: «La decisión de Masferrer (…) fue entrar en la bahía de Nipe para que lo arrestaran».
Cuando el Aurora fue rodeado por las fragatas del ejército tuvo lugar un motín a bordo pues un grupo, entre los que se encontraba Fidel Castro, se negó a entregar las armas: «Declaramos que no estábamos dispuestos a que nos capturaran». El joven estudiante se percató que el ejército se había hecho cargo de la situación, que el gobierno estaba en crisis y que se perderían las armas; por eso propuso salvar algunas de ellas trasladándolas a la costa para proyectar luego otra expedición [6].
Aunque la propuesta de Fidel no fue aceptada por el Estado Mayor, en esa resistencia coordinó acciones con quien lo había conducido por primera vez a Cayo Confites, el dominicano Ramón Emilio Mejías del Castillo —conocido como «Pichirilo»— [7]. Este último, según testimonio del entonces dirigente estudiantil, «realizó grandes y audaces esfuerzos por engañar a la Corbeta de la Marina de Cuba que, con los cañones de proa listos, nos ordenó en el extremo oriental de Cuba retroceder hacia el puerto de Antilla en la bahía de Nipe, donde el resto de la expedición estaba ya prisionero» [8].
Fidel, después de fracasar en su objetivo de salvar el grueso de las armas que llevaba el Aurora, decidió declararse en rebeldía ante la jefatura: «Promulgamos la no aceptación de la decisión y declaramos que no estábamos dispuestos a que nos capturaran (…). El Estado Mayor no reaccionó frente a la insubordinación, la aceptó sin hacer nada» [9].
Posteriormente, escapó en una balsa con unas pocas armas junto a otros tres compañeros que lo acompañaron en su travesía por la bahía de Nipe:
En la balsa nos tiramos al entrar en la bahía (…) yo puse la balsita chiquita amarrada a la borda del barco, casi por la popa, a la izquierda y nos empezamos a montar; entonces agarramos (…) cinco ametralladoras (…) Después se acerca una lancha y yo desenfundo la ametralladora que estaba allí, porque además estábamos hundidos (…) cuando se acerca la lancha la encañonamos, y les dije: tiren la soga (…). Se veían allí los barcos (…) estaríamos a 300 o 400 metros del muelle de Cayo Saetía, que era donde estaban agarrando a la gente, y estaba el ejército metido. Primero nos montamos en la lancha del práctico (…). Yo dije: si nos descubren nos tiramos al agua. Entonces empezaron los reflectores (…) y yo cumplí la palabra de tirarnos al agua [10].
Fidel Castro finalmente escapó a nado hasta llegar a tierra en Cayo Saetía y por esa razón no figuró entre los apresados que fueron registrados oficialmente y conducidos al cuartel de Columbia. Posteriormente Rafael Guzmán, un amigo de la familia, que se encontraba en Saetía lo condujo a un asentamiento de cañeros del Central Preston y de allí esperó a José González Zaldívar, posiblemente un empleado de su padre, quien lo trasladó primero a Mayarí y después a su casa en Birán [11].
Entre sus compañeros de la expedición se generó preocupación sobre su destino, ya que al salir de Antilla se rumoró que había sido devorado por los tiburones en la bahía de Nipe: cosa que no se desmintió hasta un tiempo después cuando regresó a la Universidad y sus compañeros lo recibieron asombrados. Había sido esta su primera experiencia combativa que lo convenció que frente a las dictaduras era preciso emprender la lucha armada.
En sus consideraciones generales sobre el fracaso de la expedición de Cayo Confites Fidel Castro reconoció que los principales traidores fueron el general Genovevo Pérez Dámera y Rolando Masferrer, jefe del batallón Sandino de la tropa invasora [12].
El descalabro de la expedición de Cayo Confites, teniendo en cuenta que se produjo antes del asalto al cuartel Moncada, fue la primera experiencia práctica de Fidel Castro en el uso de la lucha armada como método de lucha para enfrentar a los regímenes dictatoriales. Resultó además una lección política y militar en cuanto al modo organizativo más adecuado en que se debían coordinar ese tipo de acciones. Por otro lado, el entrenamiento militar recibido, la necesidad de sobrevivir a situaciones adversas y los contratiempos que hubo de enfrentar le sirvieron de escuela a quien sería el dirigente revolucionario más connotado en las luchas por el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista. Asimismo resultó una vivencia relevante que lo impregnó del internacionalismo combativo que posteriormente aplicó a otras gestas guerreras en África, donde mantuvo un protagonismo histórico y con las que alcanzó la magnitud de líder del Tercer Mundo.
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Referencias
1. Reflexiones del compañero Fidel: «Lo que conté sobre Pichirilo» En: Granma, 7 de marzo de 2009. p. 2.
2. Fidel en su relato al periódico Granma del 7 de marzo de 2009 indica que su buque era el Fantasma, pero en realidad se trata del Aurora.
3. Katiuska Blanco: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del tiempo. Tomo I. Casa Editora Abril, La Habana, 2011, p. 377.
4. Se refiere a Augusto Nicolás Calderón Sandino (18 mayo de 1895-21 de febrero de 1934)
5. Ibídem, pp. 400-401.
6. Ibídem, pp. 402-403.
7. Ramón Emilio Mejías del Castillo, conocido como «Pichirilo»: También participó como segundo jefe de la embarcación del yate Granma que reinició la lucha armada liderada por Fidel Castro contra la dictadura de Fulgencio Batista. Murió el 13 de agosto de 1966 a las órdenes del Comandante Francisco Caamaño en una expedición dirigida contra el gobierno de Joaquín Balaguer.
8. Reflexiones del compañero Fidel: «Lo que conté sobre Pichirilo» En: Granma, 7 de marzo de 2009. p. 2.
9. Katiuska Blanco: Fidel Castro Ruz.Guerrillero del tiempo. Tomo I. Ed Abril, La Habana, 2011 p. 403.
10. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado año 1975. Expediente Fidel Castro Ruz (81) 1813 caja 19.
11. Katiuska Blanco: Todo el tiempo de los cedros. Editora Abril, La Habana, 2003 pp. 240-242.
12. Reflexiones del compañero Fidel: «Lo que conté sobre Pichirilo» En: Granma, 7 de marzo de 2009. p. 2.
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