
Es posible que a una comunidad humana le falte la literatura, pero no la música. Digo «literatura», que no es lo mismo que decir «poesía». La poesía resulta una entidad asociada a la existencia de la materia y la energía, por lo que sobre existe. Y se expresa también mediante el ente que la capta, receptor inteligente que se convierte, si es poeta, en emisor y le da forma como música, o como literatura. Según esta última, la poesía se vierte en un género literario que se llama asimismo poesía, hecho lingüístico que puede proceder del coloquio o de la aprehensión de la realidad. Y esta aprehensión es, en el homo cogitans, emotiva, sensorial, intelectiva.
La emoción resulta una suerte de música que puede ser el resultado del reto que impuso la realidad, de modo que nos emocionamos como si con ello compusiéramos con nuestros sentimientos una sinfonía. O quizás sea mejor poner la palabra poesía donde había escrito música.
La emoción es una manera de captar la realidad objetiva desde la aprehensión subjetiva. Ello se halla en la raíz del hecho poético. Lo poético-emotivo viene del estado emocional del ser, que se manifiesta en alegría (oda) o llanto (elegía). La emoción es una de las escalas básicas que el ser ―tal como lo conocemos, humano, el que somos― capta y expresa la poesía de aquello a lo que fijó su atención. La poesía resultante de la emoción, cuando se convierte en texto (poema) resulta una cápsula que emociona toda vez que pueda ser repetida en voz alta o in mente, leída o memorizada. El poema es una cápsula emotiva sobre el amor, el odio, la muerte, la vida… La emoción metaforiza la realidad, o sea, convierte a la realidad captada en objeto emocional, emoción del ser y ese ser es el sujeto lírico per se.
La emoción es consustancial al ser. No digo que otros animales (perros, delfines) no se emocionen, de hecho lo hacen, pero la emoción humana contiene un elemento captador-transformador de la realidad, que es la poesía. Y ello es universal en nuestra especie. Un nazi, un comunista, un demócrata cristiano, un musulmán o budista, no importa su ideología, todos ellos pueden leer, a su modo, a Rilke y sentir emocionalmente el hecho poético como algo que les es consustancial, sustancial, y le puede parecer a cada uno propio, único, exclusivo. Todas las clases sociales, todas las manifestaciones de la sexualidad humana, manifiestan la emotividad y, por ello, estarán estremecidos por la aprehensión poético-emotiva del mundo. Quien sea, tiene la capacidad de captar la poesía que subyace expresivamente en el mundo externo y se hincha en la subjetividad interna, todos pueden incluso expresarla, pero solo el especializado, el de la capacidad artística definida, el artista de la palabra, es capaz de convertirla en poema y que ese texto sea una obra de arte.
Algo semejante ocurre, con gradación diversa, con la sensorialidad. Comprendemos al mundo desde nuestros cinco sentidos, compartimos algunos de ellos con los animales que llamamos «irracionales». La vista es el sentido central. Y el oído. Por la vista vemos las formas y el color del mundo ―sus modos de expresión―, por el oído escuchamos el otro modo de manifestación de la materia: el sonido, del que deviene la música. El ser es capaz de transformar su aprehensión visual-sonora en textualidad, en cuerpo textual. Fuera del arte de las palabras, los sentidos aportan su propio lenguaje a la aprehensión estética del mundo en la capacidad de captar lo exterior y convertir aquello que ve u oye en sensación interior, subjetivizando la realidad. Las sensaciones y las emociones hallan allí, en lo íntimo, su propio lenguaje, ese que indaga, comprende o expresa lo captado en este caso como poesía de las circunstancias. Sensorialidad y emociones no está separadas, son partes del proceso de la aprehensión estética del mundo.
En esa consustancial manera aprehensiva de la especie humana, la música es una forma de la poesía. Y la lírica ―o poesía como género literario― es una forma de música. Las artes se complementan y en la cabeza de un poeta hay un escultor, un músico, un pintor… En la cabeza y en el corazón, donde, según Pascal, hay razones que la razón desconoce. Esas «razones» que bien pueden brillar bajo el desconocimiento de la razón, son la poesía, que también resulta racional, porque el cosmos se expresa, todo él, mediante la poesía: formas, colores, sonidos, desplazamientos en el tiempo y en el espacio, movimiento constante, expresión material… El ser capta el mundo mediante ciencia, técnica, fe o arte. De ello nacen las matemáticas, la física, la química, las ingenierías, las religiones y el mundo del arte, diverso y complejo, múltiple como lo es la vida. La poesía es entidad (identidad) expresiva del cosmos y por ello resulta mucho más que lo que entendemos por poema y que, de ser arte, la contiene.
¿O acaso las ciencias, que entrañan la comprensión del cosmos, no son también poesía, o la contienen? Claro que existe la poética-matemática, hablaríamos de la poesía de la física, de las combinaciones químicas del universo. Nadie puede separar los campos, lo hacemos para compartimentar y explicar o comprender mejor al mundo, pero el cosmos es una unidad en la que todo bulle, existe, se expresa. La poesía es una de sus entidades expresivas y por ello se halla en todo modo de existencia de la materia y de la energía. Cuando la entendemos como arte, resulta otra manera de indagar y de tratar de comprender la realidad. Hasta donde nuestros ojos vean, hasta donde nuestros oídos escuchen, la realidad se acaba en ellos, es más basta, existe más allá de nuestro cerebro y de las capacidades de comprender que poseemos.
¿Un matemático puede cantar en álgebra? ¿Acaso Dios cante en teopoética? Mírese en el alma de un astrónomo cuando pueda captar y medir ondas gravitacionales o una supernova manifestándose ante sus ojos… El que es poeta, hallará la manera de exponer todo ello en forma armónica mediante palabras, si es la literatura su arte referencial. El poeta añade el «lado» subjetivo de la realidad y trabaja con la imaginación. El resultado, el poema, es una entidad lingüística al convertirse en palabras que explican o cantan.
Si las matemáticas son una suerte de lenguaje universal, la poesía también lo es. Número, numen, logos, lógica forman parte del universo. Puede que nos entendamos milenios adelante con otros seres inteligentes, racionales, civilizatorios de allende el sol por medio matemáticos y poéticos. Y digo bien «entendernos» por medio del re-conocimiento. No nos entenderíamos si confrontamos intereses, pero en lo esencial, en el saber y en el sentir, las especies pueden comprenderse y actuar en armonía. Dice George Steiner en La poesía del pensamiento. Del helenismo a Celán:
Sin embargo, el (los) lenguaje(s) de las matemáticas son enormemente ricos. Su despliegue es uno de los pocos viajes positivos y limpios a los anales de la mente humana. Aunque inaccesibles al lego, las matemáticas manifiestan criterios de belleza en un sentido exacto, demostrable. Solo aquí impera la equivalencia entre verdad y belleza.
Pero ¿de qué verdad nos habla? La poesía es una entidad maravillosa que actúa como expresión, y la expresión puede ser falsa, incluso falseable, como una hipótesis, dígase que el sol es amarillo, ¿es exactamente de ese color? Una formulación matemática puede ser «eterna», como el teorema de Pitágoras, pero la eternidad contiene asimismo la verdad y lo que no es verdad, o que es y lo que nos parece, la realidad objetiva y la irrealidad de los procesos microcósmicos. En poesía no tratamos con la verdad objetiva inmóvil y eterna. Ni siquiera con la belleza como única manera de expresarse el cosmos.
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