
Escribía la biografía de Magdalena Peñarredonda, que le valió su primer premio UNEAC, cuando le salió al paso Luz Noriega. Pese a que apenas hay datos sobre esa patriota a la que Antonio Maceo, al verla en combate, llamó «la reina de Cuba», María del Carmen Muzio se enganchó con ella, y se percató de que su vida podía novelarse, al estilo de una Ofelia o una Ana Karenina: una mujer valiente y de carácter fuerte, a quien las circunstancias dolorosas de su vida llevaron al suicidio. De ahí, Una heroína trágica, con la que su autora acaba de merecer su segundo premio UNEAC en el género de biografía, un libro que, en opinión del jurado, «tiene el valor de darnos una historia fuera de los cánones existentes», y en el que es de destacar, afirmó asimismo el jurado, lo novedoso de la propuesta y «el manejo excelente de la reducida evidencia biográfica y documental».
Luz Noriega, ¿quién eres tú?
Junto con su esposo, el médico Francisco Hernández, se sumó a la tropa invasora de Maceo a su entrada en La Habana, en enero de 1896. Después de operar en territorio habanero, pasó a la provincia vecina y vio izar la bandera cubana en el ayuntamiento de Mantua, el más occidental de la Isla. Siguió Luz de operaciones en Pinar del Río y se trasladó luego a Las Villas. Allì enfermó de gravedad su esposo y fue necesario remitirlo a un hospital de campaña en la zona de Sancti Spíritus. Estaba ella a su lado cuando una tropa española ocupó el lugar y dio muerte a su compañero.
A Luz, en medio de los peores maltratos, la condujeron a Sancti Spíritus y de ahí la remitieron a la Isla de Pinos, donde, a merced de sus carceleros, sufrió toda clase de humillaciones y vejámenes. En noviembre de 1897 la favoreció un indulto y volvió a la manigua. Intentó, al fin de la guerra, rehacer su vida y contrajo un nuevo matrimonio, pero estaba mentalmente destrozada. Se suicidó, en Matanzas, en 1901.
Magdalena Peñarredonda, que tuvo el triste privilegio de ver morir a Julián del Casal, fue delegada del Partido Revolucionario Cubano y agente de Maceo. La farmacéutica Mercedes Sirvén alcanzó en la manigua el grado de Comandante para convertirse en la mujer con más alta graduación en el Ejército Libertador. A nueve mujeres, entre ellas a Luz Noriega, concedió Maceo el grado de Capitán. Unas veinte en total lo alcanzarían en la contienda.
Muchas más se distinguieron como combatientes en la línea de fuego o como enfermeras. mensajeras o agentes encubiertas. Su devoción por la causa de Cuba Libre no las llevó a vacilar ante las penalidades y los sacrificios. Llegan hasta nosotros el relato de sus hazañas y los nombres o los seudónimos con que se ampararon: la Generala, la Coronela, la Solitaria, la Abanderada, la Cubanita…
La joven y bella esposa
No las recompensó la República nacida en 1902 como merecían. Casi todas murieron en el olvido y en la mayor miseria. Por otra parte, parece que a veces nuestros historiadores y hasta los propios mambises eluden, olvidan o minimizan el papel de la mujer en el campo insurrecto. ¿Qué piensa al respecto María del Carmen Muzio?
«Por supuesto, en su inmensa mayoría nuestros valientes mambises no entendieron la importancia de la mujer en un campamento», responde la autora de Una heroína trágica. El entonces coronel Bernabé Bouza critica abiertamente en su Diario que Luz Noriega junto con su esposo se encuentre en un campamento de hombres «donde una dama escucha lo que no debiera escuchar». Incluso en diarios de campaña se le menciona como «la joven y bella esposa del doctor Hernández».
Tuvo ella la fatalidad de ser muy bella además de valiente. Lo mismo se desempañaba como enfermera que combatía con su fusil… era una excelente tiradora. Fue en Paso Real de San Diego donde Maceo la vio combatir y le llamó «la reina de Cuba». El general Loynaz de Castillo fue su amigo y su mayor defensor.
Con apego a la verdad
¿Una reina que se suicida?, inquiere el cronista. Responde María del Carmen Muzio que Luz Noriega no pudo soportar el dolor de que machetearan a su esposo en su presencia. El doctor Hernández, médico graduado en Madrid y comandante de Sanidad, aquejado de tuberculosis y paludismo, había sido llevado a un hospital de sangre y los rayadillos del coronel Orozco le dieron muerte a machetazos.
Confiesa que la mayor dificultad que encontró al acometer su libro fue la escasa documentación y lo dispersa que se hallaba la existente. Reconoce que investigadores como José Antonio Doll, de la Biblioteca Nacional, y los matanceros Ercilio Vento y Urbano Martínez Carmenate le brindaron sus archivos, y escribió un libro en el que «traté de novelar lo más posible sin apartarme de la verdad».
Pese a la escasez de la documentación y el elemento novelesco presente en el libro, ¿tiene biografía Luz Noriega?
«¡Vaya pregunta! La acabo de escribir», responde enfática.
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