
Recién acabo de leer el libro de narraciones testimoniales y de otra índole del poeta y arquitecto Domingo Alfonso (Jovellanos, Matanzas, 1935). El tomo se intitula: Relatos & historias reales y fue publicado en 2022 por la Colección Sur Ediciones, –que atiende el poeta Alex Pausides–, en formato digital.
Celebrando el próximo cumpleaños 90 del rapsoda jovellanense. El primer cuento se nombra «El Programa», pronto descubriremos con asombro y curiosidad que pertenece a un tríptico; resultan en realidad tres historias de ciencia-ficción, medio entretejidas, en especie/especiales cajitas chinas o matriushkas rusas, pero tan verosímiles que dan pavor, me recordaron sociedades cercanas.
Por debajo pende como de un hilo filoso 1984 (1949) y Rebelión en la granja (1945), ya dos clásicas novelas anti totalitarias del inglés George Orwell (1903-1950), Pero en realidad esos primeros cuentos Alfonsinos –como soy un ente cinéfilo–, me acercaron al filme de 1956 del director Michael Anderson, basada en la novela homónima que, además, constituye un referente universal de la ficción distópica británica, tanto literaria como cinematográfica.
Por cierto, nos desplaza hacia un sinuoso orbe kafkiano, aplicable en La metamorfosis o La transformación (1915), de Franz Kafka que muestra en estos episodios sus rostros menos amables, como si acabaran de emerger de un inexplicable Proceso (1925) o Castillo (1926) en esencia infinitos. Entonces se avizoran muchos prejuicios e inquisidores, o censuradores.
Los Gregorios Samsas del bardo matancero poseen en su absurdidad postmoderna patronímicos más asequibles a nuestra tradición hispana, se nombran Antonio K, Ernesto K, Livia K, Albert K., Lamb K., Carlos M., Malena K., –y agrega conjurando posibles equívocos al endilgarle el alias de «la pordiosera»–, pero su nivel dramático o, lo que es lo mismo, catastrófico, resultan de una intensidad judeocristiana total, aunque algunos incidentes, según la cronología, ocurran en el hoy lejano año 2064 o 2092, y por lo pronto no nos interesen sus saltos olímpicos u omisiones temporales.
Existe un evidente contrapunteo con el rótulo del volumen, pues, la realidad que Domingo anuncia es, digamos, que quimérica. ¡Ah, pero si nos referimos a la verosimilitud literaria! Será una especie de alienación psicológica que Freud permite, o repite con una angustia, un ansia demoledora en mí, que confundo los géneros literarios con los periodísticos o viceversa. Constituyen testimonios escamoteados a la profunda oralidad popular.
En el Placer de fusionarlos, demorando el éxtasis del personaje que ya es persona, sujeto narrativo de místicas transformaciones, atraída por una mundanidad que la transciende/atrapa hay un misterio que engarzo a una confesión íntima, yo también quiero actuar, dirigir, fotografiar, musicalizar, editar y otras miles de ocupaciones artísticas que resultan/nos piden la película atroz y a su vez sutil de nuestra existencia.
Creo que donde la narrativa de Domingo, se convierte en más contundente, resulta en la segunda parte del ejemplar, donde los textos se regodean en tres tipos de realismos: el mágico, el testimonial y, el sucio o picante –que a mí en lo particular me atrae muchísimo. Deseo recomendar instantes como: «El ingeniero Francisco Frómeta»; «Mi amigo Armando Díaz»; «Mi tía, el estudiante, un delator, el asesino y un hombre rico»; etcétera…, momentos de recuerdos, impresiones que habitan la nosomántica.
En el cuento-testimonio «Estoy en 1945», «Tengo casi 10 años de edad…», la descripción de su casa en el segundo párrafo, página 95, se asemeja –cual gota a otra gota– con algunos pasajes que realiza el historiador Manuel Moreno Fraginal (1920-2001) sobre los barracones de negros esclavos en su El ingenio, complejo socioeconómico cubano (1964), o en varios de los relatos del cimarrón Esteban Montejo, de Miguel Barnet (1940) en su ya infaltable Biografía de un cimarrón (1966).
Además, cuando se refiere a las cuarterías donde viven sus héroes, tanto en Jovellanos como en La Habana, parece que estamos leyendo el volumen de Juan Miguel Chailloux Cardona: Los horrores del solar habanero: síntesis histórica de la vivienda popular, editado en 1945 y que fue la tesis de graduación, como jurista, de su autor.
Al final tenemos que reconocer –ya que Domingo Alfonso es arquitecto de profesión–, que los dolores son parecidos, o al menos proactivos.
Ayer hablé de la esperanza en la poeisis de/en Domingo en el Centro Cultural Dulce María Loynaz del Vedado habanero, hoy quiero, en la Casa de la Poesía local, observar lo que su lirismo narratológico expone de una manera polifónica y de múltiples ritmos. Domingo, cual el Kafka de La carta al padre (1919) nos dice: «por si quieres saber de mi pasado…», no se trata ni siquiera de la letra del bolero famoso, ni tampoco de las canciones que Domingo compone –por cierto tiene registradas en el derecho de autor más de 100 composiciones–, pero con tal enunciado nos recoloca en el futuro.
Para concluir no me queda otra opción que invitarlos a leer esta maravilla Alfonsina que fluctúa entre la memoria, el testimonio autobiográfico y la invención/innovación lírico-literaria, que alguien designó como cuentística de lo (e)videncial.
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