
Ha muerto un poeta. Y cuando muere un poeta a la poesía se le desgarran los versos, se le instalan los silencios en cada sílaba. En la noche del domingo 12 de octubre supe que Domingo Alfonso había saltado el umbral.
Podría escribir la nota formal:
Nota del Instituto Cubano del Libro.
En la tarde del domingo 12 octubre falleció en La Habana, a la edad de 90 años, el destacado poeta cubano Domingo Alfonso.Nacido el 10 de septiembre de 1935 en Jovellanos, Matanzas, se graduó de Arquitecto en la Universidad de La Habana, profesión que compartió con su vocación literaria.Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, su obra combinó el tono erótico, lo romántico y lo existencial con una mirada dirigida al hombre común, rasgos que lo singularizaron dentro de la denominada Generación del 50, a la cual perteneció. Entre sus títulos fundamentales se encuentran Sueño en el papel, Poemas del hombre común, Historia de una persona, Libro de buen humor y Esta aventura de vivir.
Poemas suyos fueron traducidos a los idiomas inglés, francés, alemán, italiano, ruso, portugués, danés y sueco, e incluidos en varias antologías nacionales e internacionales.
Fue además un fecundo compositor musical, creador de más de cien boleros y canciones.
Su cadáver será velado en la funeraria de Marianao y su ceremonia de inhumación tendrá lugar a las 2:00 p.m. del lunes 13 de octubre.
En nombre del Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Libro y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, llegue a sus familiares y amigos nuestro más sentido pésame.
Sin embargo, prefiero despedirlo con la sencillez del texto homenaje que en su cumpleaños 90 le regalamos desde Cubaliteraria: Gracias por la poesía, Domingo Alfonso. Prefiero pensarlo latiendo en la sensibilidad de su poesía, en la cubanía de su lenguaje, en el rol de maestro de una generación de escritores, en su vocación infinita por la literatura.
Y es que cuando muere un poeta es menester que tres, mínimo, florezcan en su nombre. Nunca para ser como él porque cada uno es un universo con cosmovisión propia, pero sí para honrar sus versos, leyéndolos una y otra vez. Es imprescindible que su obra permanezca más allá de despedidas.
Me gusta sentirlo cercano como escribe Marta Lesmes Albis:
“Dolor inmenso por la muerte del gran poeta y amigo Domingo Alfonso, a quien, como bien dice Cary Atencio, hemos querido y honrado como a un padre. Un hombre lleno de virtudes. Visitarlo era toda una fiesta: fiesta en la familia de las letras. Ganancia del buen decir, del esparcimiento en la literatura y la cultura. Me va a costar superarlo. Que el viaje le sea leve y que descanse en paz”.
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