
A 175 años de su nacimiento
Por su condición de poeta en una Cuba decimonónica donde muy poca, o ninguna, atención estaba dispuesta a prestar la metrópoli a una autora casi desconocida de «tierra adentro», y también por su condición de independentista y patriota, merece la camagüeyana Sofía Estévez un recuerdo siempre agradecido y pleno de simpatías.
Escasa es la información que posee este redactor, pero quiere compartirla con el lector en ocasión de este 13 de septiembre en que se cumplen 175 años del natalicio de Sofía Estévez y Valdés de Rodríguez, en 1848.
Algo nos llama la atención: esta mujer se inscribe en los anales del periodismo cubano como fundadora y directora en Camagüey, junto a Domitila García de Coronado (1847-1937 y también camagüeyana), de la publicación literaria El Céfiro, en 1866, y además como colaboradora de otras revistas de aquella época.
En las páginas de El Céfiro aparecieron dos novelas suyas que pese a la popularidad de que gozaron entonces, hoy los críticos no consideran de mucho mérito. Son ellas Alberto el trovador y Doce años después; publicó además, en 1875, un libro de poemas: Lágrimas y sonrisas.
Si Sofía Estévez hoy nos resulta desconocida, no lo fue para sus contemporáneos. De ahí que hagamos un esfuerzo de búsqueda entre viejas papelerías para darle siquiera un esbozo biográfico de esta autora que manejó la prosa y el verso y fue, ya lo hemos visto, una de las pioneras de nuestro periodismo.
Quien escribe, tiene ante sí un retrato de Sofía que nos la muestra como una bella mujer de cabello recogido, tal vez castaño oscuro y un rostro donde la juventud da paso a una serena madurez.
Sofía nació en la fecha mencionada y cuando fundó El Céfiro contaba solo 18 años. Sépase, además, acerca de su encendido patriotismo, pues fue una mujer de armas tomar y durante la contienda de los Diez Años se sumó a las fuerzas insurgentes en la manigua. Su lírica, de fuerte motivación sentimental, es reveladora de la pasión interna, algo que bien se corresponde con su seudónimo, Hija de Indio Bravo, que tomara de su región natal.
He aquí una muestra de su poesía:
Fragmento del poema «A mi madre»
Todo cariño, al fin, descubre dolo; todo amor es caduco en este mundo; ¡pero, el cariño maternal… él solo, es siempre eterno, sin igual, profundo! Solo mi alma con ardor ansía que en su intenso cariño siempre creas… ¡Bendígame tu amor, ¡oh, madre mía!... Madre del corazón… ¡bendita seas!
Estévez colaboró en varias publicaciones que se editaban en España y ello fue causa de que algunos la tomaran como nacida en la Península, algo muy distante de la realidad y de lo que reflejaban sus propósitos, bien definidos por los hechos de su vida en cuanto a nacionalidad y sentimientos.
Sofía vivió 53 años, y los últimos de su existencia transcurrieron en silencio creativo, como resultado de desdichas de índole personal y familiar. Murió en La Habana el 5 de marzo de 1901.
La escasa difusión de su obra, los acosos del polvo y del tiempo, un poco de olvido, una cierta dosis de desconocimiento, entre otras circunstancias, se superponen y sepultan aún más estos pequeños prismas del pasado. Pero con solo un pequeño esfuerzo estamos en condiciones de recuperar —y admirar nuevamente— su colorido.
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