
Hacia aquellos años iniciales y soñadores nos llevaron, durante la pasada Feria del Libro en Artemisa, los recuerdos de veteranas editoras como María de los Ángeles Navarro, y de otras que vinieron a sumarse a la causa de mantener floreciente la editorial Unicornio, como Berkis Aguilar y Ana Margarita Díaz, ya con un jugoso currículo dentro del universo del Sistema de Ediciones Territoriales (SET)
Recordar aquellos tiempos iniciales me devolvió de golpe a una tranquila calle de San Antonio de los Baños, al Club de Artesanos específicamente, en donde se asentaban las oficinas de la Editorial Unicornio.
Lugar común es decir cuánto ha significado la literatura en mi vida, cuánto me ha sostenido como ser humano, cuánto me levanta cuando estoy caído y nada en este mundo me parece honorable, cuando el pesimismo me lleva a creer que «la vida no es buena, ni noble, ni sagrada», como bien apunto el poeta granadino Federico García Lorca.
A los libros y a la aventura de escribir algunos de ellos debo casi toda mi razón de ser y a la Editorial Unicornio mi vida como creador. Cruzar su puerta para encontrarme con editores, diseñadores, correctores, emplanadores, oficinistas, promotores… que interactuaban como familia y siempre nos recibían con el alma y los brazos abiertos, me desbordaba de una felicidad pocas veces sentida.
Lilia María Sánchez, Hildelisia y Ángel Machín, Reynaldo Medina, Raúl Hernández Ortega, Sandalio Camblor, Julio Cesar Llopiz, y Orlando Chávez, entre otros, eran los excelentes anfitriones que recibían con un café y un abrazo a todos los escritores, atinados o majaderos, como si aquellas criaturas de provincia llegadas a sus predios no fueran perfectos desconocidos, sino los autores más famosos del planeta.
Narradores, poetas, ensayistas, dramaturgos, investigadores, cruzaban la puerta de Unicornio en tiempos también difíciles, pero en los cuales la editorial armaba su eficiente artillería para acabar publicando ¡40 títulos en papel en menos de 12 meses!
Mientras escuchaba las palabras de María de los Ángeles y de Josué Pérez, asesor del Instituto Cubano del Libro (ICL) y también escritor favorecido por las imprentas de Unicornio, recordé que días antes me había definido públicamente como hijo de esta editorial. Nunca lo he negado. Soy hijo gustoso de Unicornio, una de las editoras del SET. He disfrutado tanto o más publicar en ella como en Letras Cubanas, Unión, Oriente o en República Dominicana, México, Croacia o Alemania.
Y otros muchos autores, ya inscritos en la historia de la literatura cubana, son también sus hijos y tendrán que agradecerle siempre cuanto hizo para que sus obras no quedarán confinadas en el fondo de un cajón oscuro y polvoriento. De ese cajón sin futuro nos sacó la iniciativa de Fidel hace ya un cuarto de siglo. De ese cajón salieron nuestras obras para montarse en el lomo de un Unicornio que primero avanzó dando tumbos, pero al final se elevó hasta las nubes y ya ninguna tormenta pudo hacerlo descender de tan honorable altura.
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