
Christine Thonhauser nació hace ciento diez años, el 4 de julio de 1915, en el valle del Lavant, Carintia. Novena hija del matrimonio formado por el minero Georg Thonhauser y su esposa Anna, costurera, Christine vivió una infancia difícil: a la pobreza hogareña se sumaron las enfermedades. Cuando tenía cinco meses, una grave dolencia la dejó casi ciega, y a los tres años sufrió la primera de varias neumonías. Pese a todo, pudo matricularse en la escuela primaria de Sankt Stefan. Se cuenta que tras una estancia en un hospital de Klagenfurt, donde logró mejorar de sus problemas visuales, el médico que la atendía le regaló una edición de las obras de Rainer Maria Rilke, cuya lectura fue una revelación para ella: ahí descubrió que deseaba ser poeta.
En 1927, nuevos padecimientos le impidieron continuar asistiendo a la escuela. Luego de un riesgoso tratamiento con radiaciones, se curó de una tuberculosis pulmonar y logró concluir la primaria en 1929, pero no pudo cursar la enseñanza media, porque el camino que debía recorrer a pie hasta la nueva escuela era demasiado largo para una chica enfermiza como ella. Desde entonces se ocupó de pequeños trabajos dentro de casa; pintaba, escribía, leía, y comenzó a bordar y tejer.
Su primera novela —cuyo título se desconoce— fue rechazada por la editorial Leykam, de Graz, en 1932. La incipiente autora se sintió derrotada, dejó de escribir y destruyó todo lo que había hecho hasta entonces. En 1935, tras etapas de fuerte depresión, ingresó voluntariamente en un sanatorio para enfermos mentales en Klagenfurt. Sus vivencias en el lugar inspiraron los apuntes que titularía Aufzeichnungen aus einem Irrenhaus, publicados póstumamente (2001, Otto Müller Verlag, Salzburgo). Esos escritos, bajo el título Notas desde un manicomio, fueron publicados en español por la editorial Errata naturae, en traducción de Nieves Trabanco (Madrid, 2018).
Christine intentó ganarse el sustento con sus trabajos de tejido, y fue apoyada financieramente por sus hermanas. En 1939 se casó con el pintor Josef Habernig, treinta y seis años mayor que ella: un matrimonio de conveniencia para ambos, según todo parecía indicar. En 1945 comenzó de nuevo a escribir; la Brentano Verlag de Stuttgart publicó en 1948 una breve selección de poemas titulada Die Nacht an den Tag (La noche al día), firmada ya con el seudónimo Christine Lavant. El editor recomendó a la poeta que escribiera prosa, ella aceptó el consejo y así surgió su primera novela, Das Kind (El niño), publicada por la propia editorial en 1948.
La lectura de poesía realizada dentro de los Días de la Cultura de Sankt Veit, celebrados del 10 al 12 de noviembre de 1950, fue un gran éxito literario y personal para Lavant.
Por otra parte, en esas jornadas poéticas se encontró con el pintor Werner Berg, a quien la uniría después una relación amorosa intensa pero sin perspectivas en su época, pues Berg, al igual que ella, era casado. En 2024, el médico y artista plástico Harald Scheicher, nieto y albacea de Berg, hizo publicar la correspondencia entre los amantes, bajo el título Über fallenden Sternen (Sobre estrellas que caen, Wallstein Verlag, Göttingen).
Christine Lavant continuó escribiendo poesía y prosa hasta el fin de su vida. Hoy se le considera como una de las grandes poetas austríacas del siglo XX, aunque es relativamente poco conocida. Sobre ella ha comentado la estudiosa Celia Caturelli:
No hay en los poemas de Christine Lavant ningún arrebato místico, si bien hay resonancias propias de una poesía de la naturaleza en donde se evidencia una mirada clara y amante en profunda comunión con ella. En esta mirada se manifiestan también elementos del pensamiento mágico: todas las cosas y los seres vivos están habitados por una fuerza trascendente que los unifica.[1]
En 1970 se le otorgó el Gran Premio Estatal Austríaco de Literatura. Antes había recibido, en dos ocasiones (1954 y 1964), el Premio Georg Trakl de Poesía, así como el Premio Anton Wildgans en 1964. La editorial Deutscher Taschenbuch Verlag de Múnich publicó en 1972 Gedichte, poemas seleccionados de varios libros de Lavant. Recientemente sus versos se han publicado en español, reunidos en dos antologías: Poemas, con selección y traducción de Izaskun Gracia Quintana (Libros de la resistencia, Madrid, 2024), y La última de su tribu, poemas traducidos por María Paz Wallffiguer (Chile, Vísceras Editorial, 2025).
El 7 de junio de 1973, tras sufrir un infarto de miocardio, falleció Christine Lavant en el hospital de Wolfsberg, en Carintia. En 2015, año del centenario de su nacimiento, se fundó la sociedad internacional que lleva su nombre, y que desde 2016 otorga anualmente el Premio Christine Lavant de poesía y prosa. Hasta ahora lo han recibido Kathrin Schmidt (2016), Bodo Hell (2017) y Maja Haderlap (2021), entre otros.
Comparto con nuestros lectores mi traduccion de un poema de Christine Lavant, tomado de la antología Poesía contemporánea en lengua alemana.[2]
Sigue, pájaro amado, continúa tu vuelo,
es absurdo que aquí un peral florezca;
si cantaras, tu canto sería como un grito,
como un lamento sobre mi cabeza.
Aquí no cabe ayuda, hasta Dios lo ha entendido,
y nunca toma la mano extraviada
que, entre la adormidera, en búsqueda se agita,
y sólo arena, cardos y malezas atrapa.
¿Tal vez nunca haya sido verdadera la flor?
¿Quién me lo dice, presto, cuando ya casi muero?
Del auténtico rojo habría que encontrar,
cercano a la mejilla, en el cabello un resto.
Y de viejos aromas, y pasadas dulzuras,
pero no hay nada sino la piel tensa,
y un par de ojos que desde el espejo
me miran, fijos, en burla siniestra.
Y los labios intentan llorar, pero no pueden.
¿A qué aspira una boca que se quedó en alarde?
Vaga entre noche y luz una sonrisa pálida,
mitad salvaje orgullo, mitad pudor cobarde.
Sin embargo, con esto parece conformarse
la muerte, y me saluda como a una novia amante.
Un resto del aroma de un peral entra, en un soplo,
junto al último eco del gorjeo de un ave.
[1] En Hablar de poesía, www.hablardepoesia.com.ar
Consultado el 24 de agosto de 2025.
[2] Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2003; selección y prólogo de Francisco Díaz Solar, traducciones de Díaz Solar, José Aníbal Campos, Olga Sánchez Guevara, Orestes Sandoval y otros.
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