Preciado Roberto Fournier:
Hablaba yo con un amigo cómo la imagen se nos trastoca para percibir una realidad divergente siempre, aislada siempre, pero tan vital como no se puede descubrir con las palabras. Por lo que la imagen de cada palabra no pudiera ser necesariamente aprisionada por el tiempo, como no lo es el tiempo en la dimensión de la imagen que guardan las palabras. Así he llegado a la conclusión después de leer su poemario La cantidad rosa1 , que me han enviado desde su isla.
(lo que supones sea el acto de lectura)
Reinventa las llamad de Alejandría haz el
Lanzamiento…
Fisgonear cada instante es el poema, en su libro visto como sometimiento al acto mismo que circunda. De allí que el poema sirva de exploración, de referencia o de negación de la referencia.
Era medianoche
“¿Un hombre? Tengo mariposas blancas en la orilla. Quizás sea un ladrón…”
Pensó el hijo
Y escribió un poema
Esas búsquedas formales van más allá de la forma. Son parte de un territorio donde tal parece nos tiende un itinerario vital, aquí léase definitivo, poblado de referencias intelectivas o historias necesarias. En su escritura hay ciertas mutilaciones para que el lector forme su cosmos, su aparente residencia.
Será en muñón o dedo erecto embalsamados
Será en Roll-on carne de manubrio
24 horas de protección máxima
Sin guantes sin cubiertos
Todo el tiempo se ha consumido, tal parece. No hay verdad absoluta y tal parece que aunque en la poesía pudiéramos negarlo. Su libro nos afianza la tesis de otras verdades. Y es que en esa sobredosis que hace de su tiempo, descubro estimado Roberto Fournier, una escritura donde lo divergente se convierte en extraño, como lo extraño resulta una poética tan divergente como el pensamiento. Desde esas torres que sostiene, le abrazo.
Suyo,
Rainer María Rilke.
Notas
1 Ediciones La Luz, Holguín, 2016.
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